ACTA CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA
REVISTA DE LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CIENTÍFICOS Nº 2 AÑO 2000
E D I T O R I A L
Los responsables del Ministerio de I+D han sobrepasado ya los cien días de gracia a que eran acreedores como debutantes en el desempeño de sus difíciles funciones. Eran en realidad doblemente debutantes, por cuanto el propio Departamento ministerial era de nueva creación y tenían ante sí la tarea de definir y organizar su propio escenario de actuación. Merecerían, por tanto, un plazo de gracia mucho más dilatado, pero el tiempo va pasando y despuntan situaciones y orientaciones de fondo que conviene señalar antes de que sea demasiado tarde.
Para empezar desde arriba y por el propio responsable del Departamento, parece notarse que la dicotomía o la bicefalia con que se definió al Ministerio de I+D hay que entenderla en su sentido más literal. No pocas personas que acceden a la esfera de gobierno del nuevo Ministerio hacen notar que, en efecto, la ministra Birulés no entra a considerar lo que sea I+D ajena a las tecnologías de la comunicación y al ordenamiento de ese sector. Si ello es así, los profesionales de la ciencia difícilmente podremos eximirnos de una conciencia de orfandad por lo que respecta a la defensa de la ciencia y de la tecnología (cuya potenciación debería ser una prioridad nacional) en el seno del Gobierno. Parece obvio que en las posibles confrontaciones interdepartamentales no vamos a tener una persona compenetrada con los retos de la política científica. La Ministra tiene a su favor el decidido interés por la ciencia del presidente Aznar, que siempre será un amparo, pero dudamos que, en una discusión de fondo dentro del Gobierno, pueda salir airosa, si ha de socorrerse de los informes y notas de su Secretaría de Estado de I+D, más que de una experiencia propia.
Hay otro aspecto en esta cuestión que debe preocupar muy seriamente al presidente Aznar. En el primer semestre de 2002, España será la sede de la Presidencia europea. Es justamente el tiempo en que se prevé que se apruebe definitivamente el VI Programa Marco de Investigación y en que la Unión Europea va a tratar de establecer institucionalmente un único Espacio Europeo de Investigación. El asunto es sumamente difícil en sí y comprometido para el Gobierno que ejercerá la Presidencia europea. ¿Tenemos para dicho cometido a las personas adecuadas y estaremos a la altura de la circunstancia?
Por lo que respecta al Secretario de Estado de I+D resulta esperanzador su artículo "Una investigación competitiva" (ABC, 9.2.2001) en el que se anuncian sustanciales mejoras para la formación de investigadores y un aumento de los mismos hasta ahora inusitado (2.000 plazas en menos de tres años). Eso es empezar a hablar en serio sobre el más grave problema de nuestra ciencia que es la escasa masa crítica de nuestros investigadores. Pese a tan buenos anuncios, resulta imposible pasar por alto el hecho gravísimo de que no ha dado aplicación a gran parte de los créditos que tenía asignados para financiación de la ciencia. De los más de 3.000 millones que tenía la extinta Oficina de I+D afecta a la Presidencia del Gobierno, más de 2.000 han quedado sin gastar. Del Plan Nacional han quedado sin aplicar alrededor del 40% de los fondos. Las consecuencias para la continuidad de la tarea científica son gravemente lamentables, y dramáticas para los jóvenes investigadores contratados que ya han empezado a verse en la calle.
Parece bastante claro que una buena ejecutoria del Sr. Marimón, como Secretario de Estado, depende más de lo que piensa hacer que de lo que hasta ahora ha hecho. Aunque, a decir verdad, tampoco ha sido muy explícito respecto a sus propósitos. Algo parece traslucir respecto a un sustancial aumento de atención al mundo empresarial, así como a las asociaciones y fundaciones científicas en que tienden a mancomunarse las empresas de sectores productivos muy concretos, adobado todo ello no sabemos si con un cierto afán descentralizador, o bien, con ciertas reservas respecto a un supuesto "investigador-tipo" del sistema público de I+D y de lo que de él cabe esperar. Su conversación con Arthur J. Carty, presidente del National Research Council (NRC) canadiense, parece que fue de gran sintonía, a juzgar por alguna producción de Prensa. Y lo que Carty ha hecho en el NRC es una concentración de todo el sistema científico y tecnológico en cinco grupos tecnológicos al servicio de la economía canadiense, así como una redistribución territorial encaminada a que los sistemas de innovación regionales emerjan como los puntos focales de competitividad internacional.
En todo caso, lo que no vemos en el Secretario de Estado de I+D es una preocupación primordial por encauzar y potenciar un sistema ciencia-tecnología nacional y una comunidad científica nacional. El momento sería muy adecuado para ello, porque creemos que nunca ha habido en la historia de la ciencia española un potencial humano tan floreciente, especialmente por lo que respecta a las generaciones jóvenes y de mediana edad. Mucho podría conseguirse también de otros investigadores que reflejan en su ejecutoria las desviaciones a que les ha conducido el sistema. Porque es el sistema, especialmente por lo que respecta a la praxis del Plan Nacional, lo que hay que revisar en su funcionamiento, antes que certificar la defunción de la investigación pública y salir en busca de salvadoras empresas privadas. Si España como tal no tiene un sistema ciencia-tecnología y una comunidad científica proporcionados a su renta y demografía el Gobierno del Estado seguirá careciendo de interlocutores científicos y seguirá sin definir un proyecto científico nacional o una Política Científica nacional que sepa a dónde va y a qué. España carecerá de peso propio en ciencia y en tecnología y no tendrá otro remedio que seguir el camino que le marquen las naciones que sepan inclinar a su favor el platillo de la balanza. Hay mucho que hacer por el mundo empresarial y en el campo de la tecnología, pero constituir a las empresas en instancia definidora de lo que debe hacerse en I+D es desconocer lo que es la Ciencia.